Viernes, 17 de Octubre 2025, 12:04h
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Fácil es comprometerse con lo que no depende de uno, con lo que pilla lejos, con lo que resolverán otros o no se resolverá. Más cuesta imponerse el deber de ser uno mismo el que asuma la responsabilidad, levante el peso o vadee el río, so pena de tener que rendir cuentas por no haber cumplido lo que se echó a la espalda. Hoy quien manda se desentiende con soltura de lo que prometió para que le pusieran la batuta en las manos, de los reveses habidos en su mandato, de que los proyectos a su cargo no avancen, languidezcan, naufraguen. Está de moda un liderazgo basado en la falta de todo compromiso efectivo o, lo que es peor, en que sean otros los que carguen con el descrédito si el tren que uno conduce descarrila. Hay quien cree que tamaña inconsistencia se suple con recursos narra-tivos. Ya se irá viendo.
LAS CARTAS DE LOS LECTORES
Dónde estabas en los malos tiempos...
Cuando la tragedia es lejana, es más fácil posicionarse: no pones en riesgo tu trabajo, puedes definirla como quieras (genocidio, masacre, barbarie...), en el vecindario te siguen saludando, una bandera en el balcón es sinónimo de humanidad (tu empatía queda manifiesta), hay quórum en las conversaciones del bar, no hay fisuras familiares cuando se habla del tema. No hay miedo. Cuando aquí se asesinaba cada día durante años, las familias lloraban a sus muertos en la oscuridad, cientos de personas huían por temor a lo peor... Muy pocos mostraban en público su rechazo a esa barbarie. Estaba demasiado cerca. Como dice la canción: ¿dónde estabais? ¿Dónde estabais en los malos tiempos? Dímelo, o como el resto... olvidas con facilidad.
Arantza Arteta Orbea. Barakaldo
Leer y soñar
La gente no lee, y no es porque los libros tengan un precio exorbitado. Es porque no quiere, porque en el mercadillo, al pie del contenedor, en las bibliotecas públicas siempre va a encontrar libros que la gente deja allí porque no le son necesarios. ¡Ay, en mi juventud, qué difícil era leer! Había pocas bibliotecas públicas, los colegios carecían de libros. Tenías que recurrir a alguien lector que te dejara algo. Tuve la suerte de que mi padre compraba cada día el periódico y se surtía de buenos libros, de lo mejor en aquella época, como la Biblioteca de RTV, con cien números a precio asequible. Cada tanto, salía una novedad y la compraba. Por la tarde, en la salita del comedor, todos los hermanos nos sentábamos a leer con mi padre, cada uno de lo suyo. Ahora, cuando voy al mercadillo y veo todos los libros tirados en el suelo, se me encoge el corazón y los compro y me los llevo a casa para recordar aquellos buenos tiempos de leer y soñar.
Cayetano Peláez del Rosal. Correo electrónico
Perseguir palomas
Hoy he visto a un adulto perseguir palomas. Con los ojos aún somnolientos, de camino al trabajo y de madrugada, he visto cómo un hombre de corbata al cuello arremetía contra un grupo de estas aves en la calle por donde caminábamos. A excepción de sus sorprendidas víctimas, éramos los únicos en la acera y él no me ha visto; así que, con la espontaneidad que solo da el saberse libre de convenciones sociales, ha dado rienda suelta a su impulso de perseguir palomas en una calle desierta. Ha sido una carrera corta, no más de tres o cuatro zancadas, y tras conseguir que todas ellas levantasen el vuelo, una sonrisa mal disimulada se ha instalado en su rostro, momento en que nuestras miradas se han cruzado. Aunque el hombre haya arreglado rápidamente la compostura, su sonrisa no se ha ido y, es más, me ha contagiado una felicidad infantil que me ha acompañado hasta la oficina. Quizá, después de todo, debamos perseguir palomas más a menudo.
Mario Sans Majuelo. Vitoria-Gasteiz (Álava)
La vivienda, zona catastrófica
Desde la mayoría de edad y hasta poco antes de jubilarme, he vivido pagando hipotecas. Puedo manifestar, con conocimiento de causa, que la vivienda ha supuesto un gasto exagerado toda mi vida. Estampé mi rúbrica, ignorante y tembloroso, por mi primera vivienda, al principio de la democracia. Por los altos precios, tuve que irme a vivir fuera de mi ciudad. Con los años, me atreví a cambiar mi domicilio a la ciudad que me vio nacer, y me pilló la burbuja inmobiliaria en plena efervescencia. Salí indemne con mucho trabajo y privaciones. Hoy respiro tranquilo porque ya no sufro la losa que ha hipotecado mi vida durante cincuenta años. Hoy sufro por los jóvenes y los mayores que no pueden ni han podido tener un hogar. Hoy reclamo a nuestros políticos que, tras medio siglo de inoperancia con la vivienda, se pongan con urgencia a solucionar un problema de conciencia y derechos humanos. Y les planteo una interrogante: Si la sanidad y la educación son públicos y universales, ¿por qué no lo es la vivienda? Una sociedad desarrollada y democrática no puede abandonar a sus ciudadanos, y tampoco puede presumir de garantizar derechos cuando, la gran mayoría de sus trabajadores, no pueden pagar una vivienda, y tienen que vivir en condiciones miserables y en manos de especuladores. Consideren a España como una zona catastrófica en necesidades de vivienda. Que ningún político acuse al contrario: todos han tenido y tienen la responsabilidad de solucionar una carencia histórica, sangrante y vergonzosa.
Víctor Calvo Luna. Valencia
¿Viajar solo o acompañado?
Es mera estadística que cada día somos más individualistas. Se incrementan los hogares de quienes viven solos. También los viajes en solitario crecen exponencialmente. Si lo que impera es la personal elección y desarrollo del viaje, acomodándolo al gusto de cada cual, viva la opción individual. Reconozco que la soledad es además una forma de libertad. Un espacio propio, donde nadie debería entrar sin permiso. Sin embargo, creo que lo mejor de un viaje es compartirlo con quien o quienes te encuentras a gustito. Más que de ver cosas, se trata de coincidir; de trasladar y percibir; de experimentar, que lo mejor de cada lugar en cada momento son las personas. Los lugares especiales en soledad, quedan parcos; un tanto invertebrados. Los sentidos coadyuvan a la percepción. Son meros sensores de apreciación. La relación entre las personas es lo sustancial. Se trata de regresar, no solo habiendo conocido muchas cosas bonitas, sino, sobre todo, sintiéndonos plenamente reconfortados por las emociones compartidas. La resultante es una relación humana revalorizada, a la que hemos provisto de un marco singular.
Enrique López de Turiso. Vitoria
Adultos Peter Pan
Confieso que siento una profunda decepción y preocupación por la especie que llamamos 'adulto Peter Pan', esa criatura que se pasea por la vida con la insolencia de un adolescente eterno, esquivando responsabilidades como quien esquiva el gimnasio tras una cena copiosa. Irrita, alarma y entristece al mismo tiempo. Estos individuos han perfeccionado el arte de la inmadurez: esquivan facturas, compromisos familiares y hasta la vergüenza con precisión quirúrgica. Su credo parece resumirse en tres reglas: «Nunca crecer, nunca madurar y, por favor, nunca enfrentarse al tedio de la vida adulta». Por supuesto, se cubren de glamour intelectual y sofisticación cultural; hablan de filosofía entre cafés de avena mientras sus habitaciones parecen escaparates de un almacén de juguetes vintage. Pero el síndrome de Peter Pan no es un simple capricho: es una forma elegante de parasitar el tiempo de los demás. Alguien tiene que pagar impuestos, mantener la hipoteca, cuidar de la familia y asumir que el mundo no gira alrededor de tu última foto de Instagram con filtros imposibles. Y ahí estamos nosotros, los que todavía soportamos la incomodidad de crecer, observando con estupor cómo estos adultos-niños convierten la vida en un carnaval permanente de irresponsabilidad. Tras las risas y los juegos, se oculta la tragedia: la pérdida de la familia, la erosión de los valores más elementales y la incapacidad de conectar con la realidad. El Peter Pan que evade la adultez termina solo, rodeado de objetos inertes, comparsas que le ríen las gracias por interés y afectos desaparecidos, sin comprender que la verdadera riqueza reside en asumir la vida con todas sus obligaciones y maravillas. Hasta entonces, seguiremos siendo los espectadores expectantes, aplaudiendo con ironía mientras el mundo gira sin esperar a que Peter Pan recoja sus juguetes... ni sus valores.
Carmen G.Coello. Correo electrónico
Escritura digital
En Occidente, la pluma marcó durante siglos la manera de escribir, trazo a trazo, palabra a palabra. En Oriente, el pincel hizo lo propio, con movimientos que combinaban arte y comunicación. Dos hemisferios, dos tradiciones, dos formas de registrar la memoria y el pensamiento humano. Hoy, sin embargo, esa distancia se ha acortado: ambos mundos comparten la escritura digital. Teclados, pantallas táctiles y aplicaciones inteligentes permiten que cualquier persona, desde cualquier lugar, pueda expresar ideas, contar historias o crear documentos con rapidez y precisión. La pluma y el pincel han cedido espacio a un lenguaje universal: el de la escritura digital. Este fenómeno refleja algo más que una simple tecnología: es un espejo de la globalización y la universalización del conocimiento y la comunicación. Herramientas que antes estaban ligadas a culturas, tradiciones y geografías específicas ahora trascienden fronteras, conectando hemisferios y generaciones. La escritura digital nos recuerda que el mundo evoluciona, pero también que nuestras raíces culturales siguen presentes. La historia de la pluma y el pincel no desaparece; se integra en un nuevo ecosistema donde la creatividad y la expresión humana son verdaderamente globales. Mientras tanto, los sistemas de gobierno siguen anclados en el pasado, ajenos a la velocidad con que la sociedad, la cultura y la comunicación avanzan.
Pedro Marín Usón. Zaragoza
LA CARTA DE LA SEMANA
Inconsistencia
Esta es la palabra que mejor define las últimas décadas que estamos viviendo: inconsistencia. Nos dirige gente sin valores, principios ni moral. Al denunciar esto se puede pensar que me dirijo a la clase política, pero, por desgracia, ellos son solo el reflejo del estado de la sociedad. Históricamente, quienes se ponen al frente de los equipos no suelen ser los más inteligentes ni buenos, pero hasta hace unos años guardaban las apariencias. En los últimos tiempos, directores o jefes que no aportan se han multiplicado: cada vez son más los que exigen y menos los que han de aportar. Es curioso como cada vez la frase que más suena es: «Os habéis comprometido a...». A unos objetivos imposibles que no se han consensuado y se duplican año a año, y en los que cada vez somos menos los que aportamos y más los que controlan. En un mundo que cada vez va más rápido, está en nuestras manos ponerle coherencia y humanidad.
María Teresa Fernández Estupiñá. Alicante
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