Edición

Borrar
«Cuanto más famoso se hace mi libro, más amenazas recibo»

David Uclés

El ‘boom’ editorial sobre la guerra civil

«Cuanto más famoso se hace mi libro, más amenazas recibo»

Su ropa: un homenaje. Su forma de vestir es un canto a lo rural. «Quiero hacer un guiño hacia la forma de vestirse antiguamente». Y también una filosofía: «No compro ropa de primera mano. Tiene una parte romántica lo de usar ropa de otra gente, ropa que ya vivió cosas».

Es la última sorpresa editorial. La península de las casas vacías lleva más de 200.000 ejemplares vendidos y le llueven los premios. Un triunfo insólito para un libro de realismo mágico sobre la guerra civil. Su autor —traductor, músico y pintor— dedicó quince años a escribirlo y recibió mil rechazos. Ahora conoce el éxito... y sus sombras. Hablamos con él cuando está a punto de operarse del corazón.

Viernes, 10 de Octubre 2025, 11:23h

Tiempo de lectura: 10 min

Dejó el trabajo de profesor de idiomas para poder escribir la novela de su vida. Tardó quince años en publicarla. Lo rechazaron mil veces y, mientras tanto, vivió de tocar música en la calle y vender sus cuadros. Y cuando logró publicar su voluminosa novela de realismo mágico sobre la Guerra Civil española, algo nuevo y atrevido, se desató el entusiasmo: más de 200.000 ejemplares vendidos, lluvia de premios, alabanzas de críticos y de otros creadores. Pero también llegaron las críticas y amenazas.

XLSemanal. ¿Cómo empieza todo?

David Uclés. A los 19 años, cuando tenía un fajo con las historias del pueblo que me contaba mi abuelo Luis, decidí crear un Macondo íbero y contar la historia de mi familia.

XL. Pero la novela cambió de rumbo.

D.U. A los dos años tengo unas 500 páginas y pretendo publicar. Este ha sido el modus operandi. Cada año y medio termino el manuscrito, lo registro y lo envío a editoriales y a premios. No me hacen caso. Aparco el libro. Lo retomo. Eso lo he hecho siete veces hasta completar quince años.

alternative text
El muro de los Alpes. Para estructurar la trama de su libro, Uclés cubrió con información un muro de su casa de los Alpes, una de las muchas en las que ha vivido en los quince años de escritura de la novela. 

XL. Y lo iba rehaciendo.

D.U. Revisaba frase por frase, considerando esta sí, esta no, y añadiéndole capas. La Guerra Civil no aparece hasta siete años después. 

XL. ¿Por qué? 

D.U. Voy a una librería y pido una ficción que me cuente toda la guerra. Y me dicen que no existe. Entonces dije pues voy a intentar hacerla yo. Investigué mucho sobre la Guerra Civil con ensayos, cine y documentación. Luego me dieron la beca Leonardo de la Fundación BBVA y fui a todos los lugares a los que habían ido mis personajes. Mi intención era que cada región que describía fuera muy verosímil. Si hablo de Badajoz, debo saber qué comen, cómo hablan, cuál es su patrona... Yo hubiera publicado, pero no me hacían caso. Entonces me veía obligado a reescribir y reescribir. 

«Amigos míos de izquierda me aconsejaban que no metiera Paracuellos, que no pusiera el nombre de Carrillo. Pero no omití nada. Todas las barbaridades las puse con nombres y apellidos»

XL. ¿A cuántas editoriales envió el manuscrito?

D.U. A todas las grandes y medianas, y a todos los premios grandes del país. Varias veces. Y me decían –cuando me respondían, porque normalmente eran correos automáticos– que el realismo mágico no vendía, que escribiera una autoficción. Y que era muy joven y desconocido para un libro tan gordo y que de la Guerra Civil ya se ha escrito mucho. Tengo los correos.

XL. A todas esas personas que lo rechazaron, ¿qué les diría ahora? 

D.U. Les doy las gracias de corazón porque me han ayudado a que tardara quince años en hacer el libro. Lo he escrito con el tiempo. Esa ha sido la herramienta. Solo hubo una editora que me trató mal. Me humilló y no quiero tratar con ella. Pero nunca diré su nombre.  

alternative text
El abuelo Luis. Su abuelo Luis le contó la historia de la familia en Quesada (Jaén). David Uclés decidió novelarla.

XL. ¿De qué vivía mientras tanto? 

D.U. Tocaba en la calle. En París, el acordeón; el arpa, en Santiago; la guitarra, en el norte de Portugal cantando fados. Y con lo que me daba la calle y lo que vendía de pintura me pagaba la vida. Soy traductor. Trabajé de profesor hasta los 25 años en institutos, colegios públicos y privados, en la Escuela Oficial de Idiomas, pero no me daba tiempo a escribir. Llegaba a casa muy cansado. Entonces dije: «Mira, esta vida es una y quieres hacer esta novela. Si no cotizas, no cotizas». Y llevo solo un año y medio cotizados.   

XL. ¿Cómo aprendió tantos instrumentos? 

D.U. De oído. Tengo oído absoluto. Cualquier canción te la puedo tocar en cualquier instrumento de los que conozco en cualquier nota o en la nota de tu voz. Eso lo desarrollé con sor Antonia, una monja que me enseñó a tocar la guitarra con 15 años y que me daba mucha caña. 

«Les doy las gracias a quienes me rechazaron. Porque el libro no estaba listo hace diez años, lo he escrito con el tiempo. Solo hubo una editora que me trató mal. Me humilló. Pero nunca diré su nombre»

XL. Por fin publicó la novela. La editorial Siruela se la jugó. 

D.U. Sí, porque no me conocía nadie. Y eran mil páginas. Luego lo acortamos a 700. Pero, claro, mil páginas de un escritor desconocido que cuenta toda la guerra, tanto de un bando como de otro. Eso es carne de cañón para que te den por todas partes. 

XL. Dice que ha escrito desde una posición que no es neutral, pero sí es objetiva. 

D.U. Soy objetivo: investigo la guerra, contrasto y plasmo. No miro cuánto porcentaje ha hecho mal cada uno, pero no es lo mismo el pueblo que apoyaba la República, que sufrió mucho más, mientras que el golpe de Estado fue dado por fascistas y terminó con una dictadura. Soy progresista, de izquierdas. Pero hay una parte de la izquierda que no defiendo. 

XL. ¿Cuál? 

D.U. Mucha gente de izquierdas dice que no fue una guerra civil, que hay que llamarla la Guerra de España. No empezó como una guerra civil sino con un golpe de Estado, pero, una vez que se van la ley y el orden, sí que hay conflicto civil. Sí que afloraron rencillas antiguas. Cada uno se tomó la justicia por su mano. Y sí hay una guerra civil. Yo plasmé todo. Algunos me aconsejaban que no metiera Paracuellos, que no pusiera el nombre de Carrillo, me lo decían amigos míos de izquierda. ¿Pero cómo no voy a poner Paracuellos si está documentado que ocurrió? ¿Cómo no voy a poner lo de Carrillo? No creo que lo ordenara. Pero, coño, sí lo sabía. Paracuellos lo quité, lo puse, lo quité, lo puse. Al final dije (y da un golpe en la mesa): «Lo pongo, porque me debo a la historia», y que sea lo que Dios quiera. Y estoy muy contento. Porque no omití nada. Todas las barbaridades las puse con nombres y apellidos, luego que la gente juzgue. Pero yo me siento muy tranquilo. Yo no he tergiversado ningún dato.

«No estoy asustado con la operación de corazón. He publicado la obra de mi vida. Me voy al quirófano muy tranquilo. Si me pasara algo, no es un mal momento para morirse»

XL. Le habrán llovido críticas. 

D.U. Pues no ha habido un solo artículo en prensa nacional que haya hecho una crítica negativa sobre el libro. Eso es un milagro. Pero no lo asocio a mi novela, sino a que yo creo que como sociedad, después de 85 años, ya sí podemos hablar del conflicto de la guerra con menos sesgo, con menos dogmatismo.

XL. Algunas sí ha recibido.

D.U. Sí, desde la derecha me acusan de hijo del sanchismo; y desde la izquierda, de equidistante. Y no coincido con ninguna de las dos. No conozco a Pedro Sánchez ni he militado en ningún partido. Y no soy equidistante. Lo que hago es mostrar, señalar todo. El narrador se moja. Si terminas el libro, te das cuenta de que no hay equidistancia.  

alternative text
Árbol genealógico. Apuntes de David Uclés para ayudarse a recrear el árbol genealógico de su familia. El nombre del protagonista, Odisto, es un guiño a Odiseo.

XL. En Twitter le han dado bien.

D.U. A nivel individual ha habido muchas críticas. Ha habido comentarios que empiezan diciéndome «maricón» y terminan diciéndome que saben dónde vivo. Tengo amenazas guardadas que dan miedo. Cuanto más famoso se hace el libro, más recibo. 

XL. ¿Lo ha acogido bien el mundillo literario? 

D.U. Muy bien. Solo he tenido una mala experiencia con una escritora muy famosa, no voy a decir su nombre. Pero, quitando eso, todo muy bien. 

XL. Ha entrado con lectores y aplausos de la crítica.

D.U. Para la primera edición no me quería hacer nadie una frase para la faja, nadie. Y para la segunda edición tampoco. Y llamamos a un montón de escritores y nadie se atrevía, no querían. En el mes de diciembre del 24 me llaman Gabilondo, Joaquín Sabina, Ian Gibson, y yo no contaba con ellos, ni los conocía de nada. Eso me cambió muchísimo y ahí empecé a vender, no antes. Me ayudaron. 

XL. Joaquín Sabina le ha dedicado un soneto. 

D.U. Me invitó a su casa. Fui y nada más entrar me dio un soneto increíble. Se me saltaron las lágrimas. 

XL. Y todo con otro libro de la Guerra Civil. 

D.U. Todo el mundo me decía eso. Quizá suene un poco pedante, pero es que hasta La península de las casas vacías no había una ficción que contara toda la Guerra Civil y con el realismo mágico. 

XL. ¿Por qué el realismo mágico? 

D.U. Es mi estilo. En mí era una necesidad. Si yo hubiera sido pintor hace cien años, me habría inscrito en las vanguardias porque me gusta reflejar la realidad, pero distorsionándola. Entiendo que ese estilo suaviza un poco la guerra, es un análisis que han hecho muchos críticos, que creo que es acertado. Pero el mundo editorial me mortificaba por escoger ese estilo. Y era una línea roja para mí: tenía que estar bajo cierto prisma onírico. 

XL. También coincide con que está de moda cierta exaltación de lo rural.  

D.U. Lo digo en el libro: «El campo es bonito de lejos, de cerca duele». Yo que he estado trabajando en la aceituna hasta los 18 años, sé que es muy muy duro. 

XL. Es surrealista también. 

D.U. Más que lo rural lo son los pueblos. Son más supersticiosos, las costumbres permanecen más. Yo exalto la belleza del campo, pero también señaló la dureza de vivir en él. Y no voy a hacer más novelas rurales. Se acabaron lo bélico y lo rural. Tengo ganas de escribir de otras cosas.

XL. Pero lleva boina o gorra y ha decidido vestir de marrón como un canto a lo rural.  

D.U. Me he vestido de forma rural por hacer un guiño hacia la forma de vestirse antiguamente. Y entra también otra filosofía, y es que no compro ropa de primera mano. No quiero comprarme una camisa nueva si ya existe otra que me sirve. Tiene una parte romántica lo de usar ropa de otra gente, ropa que ya vivió cosas.  

XL. Destaca del libro la riqueza del lenguaje, la variedad de términos agrícolas.

D.U. Los términos rurales formaban parte de mi realidad. Durante mi adolescencia e infancia yo jugaba con un escardillo y lo llamaba 'escardillo' porque mi madre lo llamaba así. Hay otro vocabulario más complejo que ya no se usa. Lo he sacado de mis lecturas. Cuando leo, subrayo palabras que me parecen bonitas. Para escribir este libro, yo me obligué los últimos seis años a leer solo cosas sobre la guerra, y leía a Max Aub o a Delibes o a Rodoreda y descubría palabras como 'conticinio', que es el momento de la noche en el que está todo más tranquilo. No quería tampoco imitar a Max Aub, que en cada página te pone 25 palabras que no sabes lo que significan. Eso agota al lector, pero regalarle una palabra rara cada dos páginas me parece bonito. 

XL. Otra palabra rara es 'petricor'.

D.U. Es un concepto tan lindo… el olor de cuando va a llover. Pero no la uso porque suena a Hipercor. 

XL. ¿Se curarán las heridas de la Guerra Civil?

D.U. Las va a cerrar el tiempo. Con tiempo, la Guerra Civil nos sonará como las guerras carlistas. Pero nosotros no vamos a ser capaces. Es imposible que una España de derechas y otra de izquierdas tengan la misma visión sobre la guerra. Porque no se escuchan. 

XL. Manuel Chaves Nogales dijo que nuestra guerra acabaría con una dictadura de uno u otro signo.

D.U. Yo nunca he dicho que la República habría sido un camino de rosas si hubiera ganado la guerra. Yo creo que habrían pasado dos cosas. O una dictadura soviética o un Estado inestable, pero que podría haber terminado en un Estado democrático ayudado por las potencias europeas, porque habríamos participado en la Segunda Guerra Mundial y esto sería una democracia en los años cuarenta. Pero son distopías. La historia es la historia. 

XL. ¿Cuáles son sus intereses ahora? 

D.U. Necesito escribir sobre algo que sea totalmente fruto de mi imaginación. Me lo pide el cuerpo. Estoy cansado de investigar porque he hecho un trabajo que es como una tesis y es muy cansado. 

XL. Se va a operar del corazón. 

D.U. El cirujano iba a poner la operación el 20 de noviembre por casualidad. Fíjate, para el 50 aniversario de la muerte de Franco quitarme una arritmia… pero al final se ha cambiado al día 26. Tengo arritmia y me dan fibrilaciones, hay que quitárselas. 

XL. ¿Está asustado?

D.U. No, no, porque ahora tengo tanto cariño de tanta gente… yo soy muy romántico, siempre he buscado enamorarme. Y ahora no quiero porque tengo el amor de los lectores, de la gente. Tengo esa sensación tan bonita de haber recibido tanto cariño y de haber podido publicar la obra de mi vida. Así que, si me pasa algo, pues no es un mal momento para morirse. Siento que he hecho lo que tenía que hacer.