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Animales de compañía

Metástasis cientificista

Juan Manuel de Prada

Viernes, 22 de Agosto 2025, 09:20h

Tiempo de lectura: 3 min

En su obra El puesto del hombre en el cosmos, Max Scheler elige a Galileo como encarnación de la nefasta visión reduccionista y tecnocrática de la ciencia moderna, que conduce a una pérdida de la visión holística del ser humano y a una cosificación del mundo, convirtiéndose a la postre en fuerza destructiva. La elección de Galileo como encarnación de esta degeneración resulta sumamente provocadora, pues no hay en el mundo zoquete ni lorito sistémico que no elija a Galileo como prototipo de la ciencia en combate con el oscurantismo. Pero Scheler considera que la condena a Galileo estaba dictada por un instinto oscuro pero certero de que la ciencia se estaba hipertrofiando o desmadrando, olvidando su función primera de comprensión integradora de la naturaleza y el ser humano.

El cientificismo está imponiendo entre la 'gente vulgar' una serie de dogmas desquiciados

Más o menos por la misma época que Max Scheler, Gregorio Marañón escribía que «todas las lacras de nuestra medicina pueden reunirse en las dos grandes manifestaciones del dogmatismo: una práctica, el profesionalismo; y otra teórica, el cientificismo. Por cientificismo se entiende, en el caso mejor, la fe excesiva en todo lo que viene de la ciencia; y, en el caso peor, se llama así al manejo intencionado de todo lo que no lo es, para pasar por hombre de ciencia y aprovechar indebidamente la prerrogativa que este título supone ante la gente vulgar». Los males que hace un siglo avizoraban estos dos sabios egregios se han hecho realidad en nuestro tiempo mediante lo que podríamos denominar 'metástasis del cientificismo'. Convertido en una religión de obligado cumplimiento, el cientificismo está imponiendo entre la 'gente vulgar' una serie de dogmas desquiciados que una patulea de falsos científicos a las órdenes del reinado plutocrático mundial se encarga de promulgar, aprovechándose de esa prerrogativa a la que se refería Marañón; y que una jarca de charlatanes y pícaros medioletrados se encarga de propalar a través de los medios de cretinización de masas.

Pero, como todas las idolatrías que en el mundo han sido, esta religión cientificista empieza a delatar sus embelecos e imposturas, que en ocasiones recientes resultaron en exceso burdos (pensemos, por ejemplo, en todas las paparruchas criminales que se divulgaron durante la plaga coronavírica). Y, entretanto, la metástasis del cientificismo alcanza cúspides esperpénticas. La ingente 'producción' científica propicia las picarescas más delirantes, con 'investigadores' que llegan a evacuar un centenar de 'estudios' anuales (los celebérrimos papers), que convenientemente publicados en 'prestigiosas' revistas les sirven para encaramarse en las primeras posiciones del escalafón científico. Por supuesto, tales 'estudios' no son sino refritos aliñados por la 'inteligencia artificial', o bien charlatanerías confeccionadas por 'macrogranjas' de papers que han convertido el fraude científico en una industria global opíparamente remunerada y remuneradora.

Un informe elaborado por la revista científica PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences) advierte de la existencia de redes perfectamente organizadas que producen 'investigaciones' a gran escala y cuentan con financiación, logística y contactos suficientes para infiltrarse en los foros científicos. El informe citado identifica 32.700 'estudios' fraudulentos publicados entre 2016 y 2020, muchos de los cuales están siendo divulgados por los medios de cretinización de masas, muchos de los cuales están alimentando los viveros de la inteligencia artificial, muchos de los cuales están siendo incorporados a guías y protocolos clínicos. Aunque las revistas y editoriales que han publicado dichos 'estudios' anuncian constantemente retractaciones, confiesan que combatir la plaga es como «vaciar una bañera desbordada con una cuchara». Y esta metástasis monstruosa sólo se refiere a 'estudios' que no gozan de las prebendas y privilegios del reinado plutocrático mundial. Pues los 'estudios' encargados de consolidar todos los paradigmas cientificistas que interesan al reinado plutocrático mundial –desde el impulso a las 'energías alternativas' hasta los falsos remedios impulsados por la industria farmacéutica– de inmediato se convierten en dogmas de obligado cumplimiento que nadie puede denunciar, que nadie puede ni siquiera discutir, si no desea convertirse en un réprobo. Aquellas premoniciones funestas de Scheler y Marañón se han hecho hoy realidad, de forma monstruosa y alevosamente dañina, aunque no exenta de ribetes chuscos. A la postre, la fase terminal del cientificismo será de naturaleza tragicómica.