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«En los servicios secretos rusos hay paranoia absoluta. Temen una revolución»

Andrei Soldatov

El ruso que mejor conoce la hidra de Putin y su red del mal

«En los servicios secretos rusos hay paranoia absoluta. Temen una revolución»

Pocos conocen los servicios secretos de Putin como el periodista de investigación Andrei Soldatov: sabotajes, 'hackers', guerra híbrida...  Sus libros son de lectura obligada para las agencias occidentales. Rusia interfiere en elecciones, ataca infraestructuras, ahora bloquea el GPS en el espacio aéreo de Europa… Putin y su ejército cibernético tienen un plan. Y Soldatov, el investigador que está en la mira del Kremlin, nos lo cuenta.

Viernes, 17 de Octubre 2025, 10:26h

Tiempo de lectura: 12 min

Andrei Soldatov (Moscú, 49 años) es el periodista que mejor conoce los servicios secretos rusos, y lo paga caro. Está en la lista de más buscados del Kremlin, vive bajo protección policial en Reino Unido, y en 2024 el FSB (el Servicio Federal de Seguridad, la agencia heredera del KGB) detuvo a su padre, el ingeniero que creó la infraestructura del Internet ruso, en lo que muchos analistas interpretan como una represalia personal. Soldatov, junto con su colega Irina Borogan –también exiliada y también en el punto de mira del régimen–, lleva años documentando cómo funciona el ciberejército clandestino de Vladímir Putin y han publicado libros que son lectura obligada en las agencias de inteligencia occidentales. Soldatov y Borogan fueron los primeros en alertar de que Rusia ha cambiado su estrategia hacia una guerra híbrida que va mucho más allá del hackeo tradicional.

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«Vivo en el exilio». El periodista de investigación Andrei Soldatov: «Resido en Londres bajo protección policial. Me tomo la seguridad muy en serio. Esa es mi realidad».

La violación sistemática del espacio aéreo europeo, los sabotajes en infraestructuras críticas o las interferencias electrónicas que obligan a aviones comerciales a aterrizar con mapas de papel son solo la punta del iceberg de una estrategia global. Soldatov advirtió en Foreign Affairs de que en abril de 2024 Nikolái Pátrushev –el hombre que dirigió el FSB durante ocho años y hoy encabeza el Consejo de Seguridad de Rusia– reunió en San Petersburgo a jefes de seguridad e inteligencia de cuarenta países de África, Asia, Oriente Medio y Latinoamérica. La lista no se hizo pública, pero participaron Brasil, Sudán, Tailandia, Uganda, China, Irán y la Liga Árabe. Flanqueado por Serguéi Narishkin, jefe del SVR (la inteligencia exterior rusa), Pátrushev les vendió lo que el Kremlin llama «soberanía digital»: protección contra la influencia occidental a cambio de acceso privilegiado a las infraestructuras digitales críticas de esos países. Un detalle revelador de aquella reunión fue la presencia de Andrey Bezrukov como presidente de la Asociación Rusa para la Exportación de Soberanía Tecnológica. Bezrukov es más conocido en Estados Unidos como Donald Heathfield, la identidad que usó durante veinte años, mientras servía en el llamado Programa de Ilegales: una red de agentes durmientes rusos que intentaron infiltrarse en instituciones estadounidenses. Las autoridades norteamericanas lo entregaron a Rusia en un intercambio de prisioneros en 2010. Ahora lidera la expansión tecnológica del Kremlin por medio mundo. 


XLSemanal. Putin dijo una vez que los hackers rusos van por libre, como los artistas: se levantan por la mañana y deciden cómo hacer su aportación a la patria...

Andrei Soldatov. La historia real es más jugosa. Durante años, la Policía de países occidentales, cuando identificaba a hackers rusos, pasaba toda la información a Moscú esperando que los detuviera. Pero lo que hacían los servicios de seguridad rusos era… ¡reclutarlos!

«Rusia tiene un vivero inagotable de talento para la ciberguerra, y eso es algo que Occidente no debe pasar por alto»

XL. O sea, que no estamos hablando solo de un puñado de hackers…

A.S. No. Sí que tenemos criminales actuando por su cuenta, aunque con vínculos secretos a agencias gubernamentales, pero la red es mucho más amplia. Hay también empresas de ciberseguridad realmente buenas que trabajan mano a mano con los servicios de espionaje. Es una gran telaraña. Rusia tiene un vivero inagotable de talento para la ciberguerra. Y eso es algo que Occidente suele pasar por alto.

XL. ¿Y de dónde sale toda esa gente tan preparada y tan dispuesta?

A.S. La Unión Soviética tenía la mayor comunidad de ingenieros del mundo. Durante la Guerra Fría se crearon cientos de escuelas técnicas y de universidades para formar a los expertos que desarrollarían armas y tecnologías. Era una máquina de producir talento a escala masiva.

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Espías con 'solera'. La sede en Moscú del servicio de inteligencia del FSB. Ya fue en su día la sede de la KGB, la agencia de inteligencia de la Unión Soviética.

XL. ¿Y cuando la URSS se derrumbó?

A.S. La mayor parte del complejo militar-industrial colapsó. Muchos ingenieros perdieron sus trabajos, su estatus. Gente muy inteligente. Y sus hijos tenían una excelente formación. Muchos de estos jóvenes fundaron empresas tecnológicas. Y otros se convirtieron en hackers. Casi todos compartían un sentimiento de agravio hacia Occidente.

«Que la inteligencia y los militares rusos usen tácticas de sabotaje y operaciones híbridas en Europa no tiene precedentes. Ni en la Guerra Fría»

XL. ¿Por qué?

A.S. Porque vieron cómo sus padres se quedaron sin nada. Esa humillación no se olvida. Para Putin fue fácil reclutarlos. «Teníamos nuestro gran país. Y ahora toca devolver el golpe», pensaban.

XL. Borogan y usted han desvelado que el ejército cibernético de Rusia no funciona de forma centralizada, sino como una estructura casi feudal: redes informales, lealtades personales, agencias compitiendo por recursos. ¿Ese caos es una fortaleza o una debilidad?

A.S. Una fortaleza. El problema de la burocracia rusa es la jerarquía: cuando el tipo en la cima siempre tiene razón y nadie puede confrontarlo, pierdes capacidad de respuesta. Pero las redes informales compensan esta debilidad. Además, te permite que si necesitas talento externo para una operación puedes encontrarlo fácilmente.

XL. Pues parece que funciona. Rusia interfiere en elecciones, ataca infraestructuras, ahora bloquea el GPS en el espacio aéreo de Europa…

A.S. Exacto. Rusia siempre actúa igual cuando se enfrenta a una gran crisis como es la guerra. Entra en muy mal estado –pasó en la Primera Guerra Mundial, en la Segunda, en Chechenia–, pero la guerra le proporciona oportunidades para encontrar nuevas ideas. Aprende y se adapta.

XL. ¿Pero a qué precio?

A.S. Rusia está dispuesta a pagar cualquier precio por aprender. Fíjese en la Segunda Guerra Mundial: los generales rusos acabaron sabiendo combatir, pero perdieron millones de soldados y civiles en el proceso. Para cualquier otro país, esos costes serían inaceptables.

«Estamos presenciando una escalada que arrancó tras la cumbre de Alaska entre Putin y Trump. El objetivo es minar el apoyo europeo a Ucrania»

XL. Sin embargo, los espías rusos no son infalibles. Calcularon mal la resistencia ucraniana, el apoyo occidental a Kiev, la efectividad de su propio Ejército. Fallos catastróficos…

A.S. Sí, pero hay que matizar. Las agencias rusas son letales cuando se trata de atacar: sabotajes, asesinatos selectivos, envenenamientos. Es a la hora de informar a sus jefes sobre lo que realmente está pasando cuando fallan una y otra vez.

XL. ¿Por qué?

A.S. Porque la cadena de información está rota: hay desconfianza entre los oficiales de rango medio y los generales, y los generales tienen pánico a darle malas noticias al presidente. Así que el FSB, con todos sus recursos y su poder, falla sistemáticamente en informar a Putin sobre la situación real.

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Encuentro. Trump recibe efusivamente a Putin en Alaska el 15 de agosto. El presidente de Estados Unidos dijo que esperaba alcanzar un acuerdo sobre la guerra en Ucrania en las siguientes semanas.

XL. Y eso que los métodos del FSB son brutales.

A.S. Son conscientes de que Rusia fue destruida al menos dos veces: en 1917 y en 1991. Y en ambos casos los servicios de seguridad fallaron. La Ojrana del zar –la agencia de seguridad más grande del mundo en su momento– no salvó a Nicolás II de los revolucionarios. El KGB tampoco salvó al Partido Comunista ni a la Unión Soviética del colapso.

XL. ¿Y eso los pone nerviosos?

A.S. Genera un clima de paranoia absoluta. Sienten que el sistema es frágil, independientemente de lo brutales sean. Por eso tenemos esta paradoja: un país gobernado por un líder totalitario con todos estos servicios de seguridad entra en pánico con cualquier protesta, incluso si son dos personas en la calle. Temen que desencadene otra revolución.

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Ellos alertaron de la guerra híbrida. Soldatov y su colega Irina Borogan fundaron el portal Agentura.ru, una de las pocas fuentes independientes que durante años documentó el funcionamiento de los servicios de inteligencia rusos. Soldatov y Borogan —ambos ahora en el exilio— fueron los primeros en advertir que Rusia estaba cambiando su estrategia hacia una guerra híbrida, una ofensiva que combina desinformación, ciberataques y manipulación psicológica a gran escala. En sus palabras, «ahora se trata de controlar la realidad».

XL. ¿Hay motivos para ese miedo?

A.S. Algunos. Mire lo que pasó con Prigozhin, el jefe del grupo mercenario Wagner. En 2023 se rebeló y emprendió una marcha hacia Moscú con sus tropas. El FSB no fue capaz de predecir un motín que puso a Putin en una situación vulnerable. Ese sentido de fragilidad condiciona todo: desde cómo piensa Putin a cómo actúan los servicios de seguridad.

XL. ¿Y cómo se explica la guerra híbrida actual? El avión de la ministra de Defensa española sufrió interferencias en el GPS sobre Kaliningrado. Antes fue el de Von der Leyen, el del ministro británico; Finnair suspendió vuelos…

A.S. Es algo muy nuevo. Que la inteligencia y los militares rusos usen tácticas de sabotaje y operaciones híbridas en Europa Occidental no tiene precedentes.

XL. ¿Ni durante la Guerra Fría?

A.S. No. Se lo explico: el KGB se pasó décadas preparándose para operaciones de sabotaje. Sus operativos escondían armas y explosivos por toda Europa Occidental. Pero la idea era activar todo eso solo en caso de una guerra total. Lo tenían preparado, pero nunca lo usaron.

XL. A nuestros gobiernos les resulta muy difícil responder a este desafío. Y la preocupación es cada vez mayor: en Dinamarca, Polonia, Finlandia, Lituania…

A.S. No es fácil. Pero es más difícil aún porque los políticos y los servicios de seguridad occidentales buscan lecciones en la Guerra Fría para contrarrestar a Rusia. Y con las operaciones de sabotaje actuales ese manual no sirve.

XL. En diciembre pasado, Azerbaijan Airlines culpó de un accidente aéreo que mató a 38 personas a una «interferencia física y técnica externa de origen desconocido». ¿Qué opina?

A.S. No tengo elementos para opinar. Pero existen precedentes de aviones derribados. Y Rusia lidia con las investigaciones internacionales echando balones fuera. Pasó con un avión coreano en tiempos soviéticos. Pasó en 2014 con el Boeing malasio derribado sobre Ucrania por mercenarios rusos. Rusia nunca admite su responsabilidad, ni siquiera aunque se trate de un error.

XL. Pero equivocarse es humano…

A.S. Ya. Pero Rusia se ve a sí misma siempre bajo la amenaza de Occidente, así que admitir un error es darle munición al enemigo.

XL. ¿Tiene la inteligencia rusa capacidad técnica para derribar aviones civiles con ciberataques?

A.S. Es difícil decirlo. Espero que no. Además, creo que todavía existe cierta contención en los servicios de inteligencia y seguridad rusos, ciertos límites en lo que consideran aceptable. Quiero pensar que los aviones civiles todavía están fuera de los límites.

XL. El avión de Von der Leyen tuvo que aterrizar con mapas de papel después de un ataque a su sistema de navegación, pero las autoridades búlgaras ni siquiera investigaron el incidente porque «estas cosas pasan todos los días».

A.S. Ya. Algunos países minimizan estos ataques para no asustar a la población, que es lo que quiere Putin.

XL. De momento, estos sabotajes o las incursiones con drones parecen calibrados para no cruzar una línea roja que desencadenaría una respuesta militar de la OTAN…

A.S. Así es. Pero estamos presenciando una escalada que arrancó tras la cumbre de Alaska entre Putin y Trump. El mensaje a Europa es claro: «Podemos hacer esto todo el tiempo que queramos. Si apoyáis a Ucrania, habrá más y más ataques». El objetivo es minar el apoyo público a la guerra.

XL. Mientras tanto, los bombardeos en Ucrania se han incrementado.

A.S. Muchos ataques no tienen sentido militar, pero sí psicológico. Es golpear a la población una y otra vez, de día y de noche, hasta agotarla. Buscan quebrar la moral.

XL. Ha mencionado Alaska. Trump invitó a Putin para un supuesto plan de paz y Putin no cedió un milímetro.

A.S. Fue un gran error. Putin logró lo que quería: romper su aislamiento y volver al estatus de superpotencia. Me cuesta entender la ignorancia de la Casa Blanca sobre cómo se las gasta Putin. Me consta que en el Departamento de Estado y en el Pentágono todavía hay expertos que entienden bien a Rusia, pero rara vez se les consulta.

XL. Su padre, Alexei Soldatov, uno de los arquitectos del Internet ruso, acabó en prisión. ¿Fue una venganza personal contra usted?

A.S. Por suerte salió en julio, tras más de un año detenido, aunque con una salud muy precaria. El sistema ruso es opaco: sé que el Kremlin quiere nacionalizar toda la infraestructura de Internet y que mi padre se resistió, pero las razones exactas de su encarcelamiento nunca quedaron claras.

XL. Usted aparece en la lista de los más buscados de Putin. ¿Teme por su vida?

A.S. Vivo en Londres bajo protección policial. Me tomo la seguridad muy en serio. Esa es mi realidad.

XL. Hace poco, Putin y Xi fueron grabados por un micrófono abierto en una conversación sobre que pensaban vivir 150 años o incluso más… ¿Qué revela sobre su mentalidad?

A.S. Casi resultaba cómico si no fuera aterrador. Amo la historia y leo muchas memorias, y siempre me impresiona lo mismo: cuando los grandes líderes escriben sus recuerdos en edad avanzada, muestran una indiferencia enorme hacia las vidas de los jóvenes. Hablan con total desapego de soldados que murieron bajo sus órdenes. Ahora, la ciencia médica permite que un dictador siga en el poder mucho más tiempo. Y me preocupa que, en vez de volverse más moderados, la edad los haga más agresivos: no sienten nada por las vidas que se pierden.

XL. Su nuevo libro, Our dear friends in Moscow, relata cómo una generación de periodistas brillantes y cosmopolitas terminó plegándose al régimen. ¿Cómo fue posible?

A.S. No se trata de gente ignorante o fanática, sino de personas bien formadas, cosmopolitas y capaces de distinguir verdad y mentira. No puedes achacarlo a un lavado de cerebro o a la propaganda. Lo que pasó es que tenían una profunda nostalgia por la grandeza de la nación y un rechazo a Estados Unidos. Esa combinación terminó por convencer incluso a los más críticos. Y de repente ves que un amigo comparte una lista de 'traidores' en la que apareces tú. Es devastador.

XL. ¿Occidente no supo 'camelarse' a los rusos?

A.S. Puede decirse así. Se vendió la democracia como sinónimo de prosperidad. No es verdad. Hay países autoritarios y ricos –China, Singapur…– y donde una persona puede prosperar. Y eso confundió a muchos. La democracia no se trata solo de dinero, sino de valores y libertades. Es algo que parece que se nos ha olvidado... Putin prometió seguridad a cambio de libertad. Cuando un político promete seguridad a toda costa, ojo, está azuzando el miedo.

XL. Usted destapó SORM, el sistema ruso de escuchas. ¿Cómo ha evolucionado?

A.S. SORM es la infraestructura de vigilancia masiva del Estado que se inició en los años ochenta. En la actualidad es mucho más intrusivo y sofisticado, capaz no solo de interceptar llamadas telefónicas o correos, sino también de monitorear todo el tráfico de Internet, redes sociales, mensajes y hasta transacciones bancarias. La versión más avanzada puede almacenar datos durante años.

XL. Y, cuando los ciudadanos se percataron de semejante espionaje interno, ¿cómo es que no pusieron el grito en el cielo?

A.S. SORM se justificó como un sistema para proteger a los menores, así que al principio pocos cuestionaron su existencia. Se trata de unos dispositivos que se instalan en el interior de la red física de Internet y telefonía. Los proveedores están obligados por ley a colocar estas cajas y a facilitar el acceso completo a los datos. Antes se hacía en secreto, ahora todo el mundo lo sabe.

XL. ¿Influye eso en la conducta diaria de los rusos?

A.S. Por supuesto. Antes era posible tener cierto debate político protegido en Internet, pero hoy cualquier comentario crítico puede ser detectado, rastreado y castigado. Se ha creado un clima de autocensura. Y apenas se ven protestas por las calles ni imágenes de represión. Pero es que ya no hay necesidad de golpear a los manifestantes. Ahora con las cámaras de reconocimiento facial te identifican y te detienen en tu casa.

XL. ¿Espera poder volver algún día?

A.S. Sí, todavía hay gente haciendo oposición desde dentro, aunque no se les oiga: abogados, periodistas… Y muchos son amigos míos.