Su nombramiento como primera mujer para el puesto de directora del Louvre causó revuelo hace cuatro años. Ella misma dice que este puesto tiene dimensiones diplomáticas, casi geopolíticas. Ahora Laurence des Cars, de 58 años, busca modernizar el museo más grande del mundo con una reforma que costará 800 millones de euros y también hacerlo más accesible para quienes habitualmente están más alejados del mundo de la cultura. Es uno de los objetivos de la singular y muy exitosa exposición Louvre couture, que desde marzo muestra vestidos de diseñadores de moda como Alexander McQueen y John Galliano, junto con exposiciones de la Edad Media y el siglo XVIII.
Des Cars no rehúye el riesgo y tiene la reputación de ser directa. Hablamos con ella en su enorme oficina con vistas al Sena.
XLSemanal. Al asumir su cargo en 2021, prometió abrir de par en par las puertas del Louvre. ¿Qué quería decir con eso?
Laurence des Cars. No quiero un museo reservado solo para una élite con cierta educación. El palacio real en el que estamos se convirtió en un museo solo gracias a la Revolución francesa. Los revolucionarios querían que todos los ciudadanos accedieran a las colecciones reales. Esta debe ser una casa de todos.
XL. El 77 por ciento de los visitantes del Louvre son extranjeros y todos quieren ver, más que nada, la Mona Lisa. ¿Es una carga gestionar esta obra?
L.C. Siempre diría que tener la Mona Lisa es un regalo. Pero debemos manejarlo con inteligencia. Quiero que visitar el Louvre vuelva a ser un placer y aún es un desafío físico: hay demasiada aglomeración en la sala de la Mona Lisa, aunque ya hemos limitado el número de visitantes a 30.000 por día. También quiero que vengan más jóvenes, gente para la que ir a un museo no es algo natural.
XL. El museo se encuentra hoy en mal estado. Llueve en las salas, el yeso de las paredes se desmorona. ¿Desde cuándo conocía esta situación?
L.C. Desde que acepté mi cargo. El edificio tenía problemas técnicos y estaba anticuado. Encargué un inventario preciso para hacerme una mejor idea.
«Quiero que visitar el Louvre vuelva a ser un placer. Aún es un desafío físico: hay demasiada aglomeración en la sala de la 'Mona Lisa', y eso que hemos limitado los visitantes a 30.000 por día»
XL. ¿Y eso ha tardado tanto?
L.C. Solo en espacios de exposición, sin oficinas ni depósitos, esta casa tiene más de 70.000 metros cuadrados. Quería un informe completo, y el diagnóstico fue más preocupante de lo que había asumido.
XL. Emmanuel Macron aprobó en enero un programa de modernización de unos 800 millones de euros. El Louvre es la próxima gran obra del presidente, tras Notre Dame. ¿Se asegura el museo su futuro?
L.C. Creo que sí, y estoy muy agradecida al presidente. En los próximos seis años podemos renovar toda la infraestructura técnica. Crearemos una segunda entrada para dirigir mejor los flujos de visitantes. Y estamos construyendo nuevas salas en el sótano. La Mona Lisa tendrá allí un espacio más grande para explicar a la vez la obra de Leonardo da Vinci.
XL. ¿Y cómo se financiará todo eso después?
L.C. El Ministerio de Cultura contribuirá con diez millones de euros al año durante una década. El resto proviene de los ingresos del acuerdo de licencia de la marca Louvre Abu Dabi, que hemos abierto allí. Y luego están los mecenas.
XL. Mantienen colaboraciones con Uniqlo, Lancôme y L'Oréal. ¿Es compatible con la imagen del Louvre?
L.C. ¿Por qué no habría de serlo? Prestamos mucha atención a con qué empresas nos asociamos. Uniqlo, por ejemplo, ha sido partidaria del Louvre durante años. A través de esta cooperación llegamos a un público joven que de otro modo no nos encontraría. Lo mismo ocurre con L'Oréal, con la que hemos diseñado un recorrido a través de nuestras colecciones en relación con la belleza.
XL. ¿Y por qué seguir agolpándose en el Louvre si se puede ver todo en Instagram?
L.C. O en nuestra web. Todas las obras del Louvre están, sí, en este móvil. No escapamos de lo digital, y estamos en las redes sociales, pero no veo amenazas en ello. La gente seguirá viniendo al museo.
XL. ¿Por qué está tan segura?
L.C. Ninguna aplicación puede reemplazar la confrontación física con una obra de arte. Recuerdo a quienes en pandemia profetizaron que no volveríamos a alcanzar el antiguo número de visitantes. Hoy vienen casi tantas personas como antes de la covid: nueve millones al año. Porque quieren estar frente al original: eso desencadena emociones que ninguna reproducción produce.
XL. Somos bombardeados constantemente con imágenes. ¿Cambia eso algo en la forma en que diseña las exposiciones?
L.C. Lo bueno de los museos es que permiten clasificar las cosas en otros periodos de tiempo, a largo plazo. Un museo puede ser un lugar acogedor para encontrarse a sí mismo. Pero también debemos utilizar medios más novedosos como la inteligencia artificial. No debemos temer lo nuevo.
XL. En Louvre couture exhibe modelos de diseñadores en las salas de la colección permanente de objetos, a menudo junto a las obras que inspiraron a esos modistos. Las chaquetas de Lagerfeld cuelgan al lado de las cómodas del siglo XVIII; un zapato de Alexander McQueen, junto a un plato de Bernard Palissy... ¿Hubo resistencia a esta exposición?
L.C. No, en absoluto. Pero tampoco ordeno las cosas desde arriba. Desarrollamos conceptos en equipo. En el Louvre trabajan 2300 personas con habilidades muy diversas. Me veo más bien como un director de orquesta que se asegura de que todos toquen a la vez, pero que también deja espacio a los solistas.
XL. Cuando dirigió el Museo de Orsay organizó una exposición que mostraba a personas negras como motivo del arte desde el siglo XVIII hasta hoy. Y el rapero francés Abd al Malik realizaba performances. ¿Hará algo similar en el Louvre?
L.C. Siempre habrá exposiciones clásicas y otros proyectos más inusuales. Estamos planeando una exposición sobre el tema de las amazonas, el mito de la mujer guerrera desde la antigua Roma hasta la versión moderna de Wonder Woman. Es un tema fascinante.
XL. Usted es la primera mujer al frente del Louvre. ¿Fue difícil al principio?
L.C. No lo sentí así. Como tampoco sentí antes, ni siquiera en el Museo de Orsay, que era importante que fuera una mujer. Soy consciente de que me he convertido en un 'símbolo'. Me pese o no, tengo que aceptar este papel y me asigna cierta responsabilidad.
XL. ¿Por qué aún hay tan pocas mujeres en puestos directivos en el mundo del arte?
L.C. No somos tan pocas. La Galería Nacional de Washington está dirigida por una mujer, lo mismo en la Tate de Londres... Las conozco bien. Y en el Louvre tenemos a muchas mujeres trabajando. He contratado a muchas desde 2021, no por ser mujeres, es que eran más competentes.
XL. ¿Dirige el Louvre de modo diferente a sus predecesores masculinos?
L.C. No tengo respuesta a eso. Desconfío de tales conclusiones de género. No son necesariamente mejores líderes por ser mujeres. Mi mentor, Henri Loyrette, era un hombre y aprendí mucho de él. Como diriges depende más de la propia personalidad que del género.
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