UD Almería
Resulta difícil creer que este Almería sea exactamente el mismo que aquel que vagaba por los campos de España sin pena ni gloria con Soriano al mando hace justo dos meses. Es complicado analizar el que ese grupo de jugadores que ni sentía ni padecía, contagiado por la indolencia de un entrenador que no admitía crítica alguna, ahora esté haciendo números de playoffs con tan sólo dos derrotas en los últimos ocho partidos disputados. Los motivos que explican esta metamorfosis son varios, pero me quiero centrar en uno, especialmente: la lógica.
En un vestuario dividido, harto y hundido, sobresalían dos grupos con Soriano: a uno lo vamos a llamar el de los intocables. A otro, el de los sospechosos habituales. El primer nombre no se asemeja a la realidad. O, al menos, no en su totalidad, puesto que casi todos los futbolistas terminaron sentándose en el banquillo ante la falta de resultados. Eso sí, no todos tenían que hacer los mismos méritos para ello. La grada se desquiciaba, atónita, viendo cómo los malos partidos de unos pasaban desapercibidos para Soriano mientras las actuaciones discretas de otros eran terriblemente castigadas con suplencias. Estos últimos, precisamente, son los llamados sospechosos habituales, los que siempre estaban en el punto de mira del técnico.
Ramis no sólo está dando una confianza total a futbolistas desterrados y señalados por el entrenador maño, sino que está mostrando una enorme racionalidad a la hora de tomar decisiones. Una de las funciones de un técnico es la de mantener a toda la plantilla enchufada y, por el momento, el catalán lo está consiguiendo a base de exponer ideas claras o de llevar a cabo acciones coherentes que se alejan de lo dictatorial. Y, por supuesto, a base de resultados, pero éstos nunca llegan por casualidad. Igual que no es azar esta metamorfosis. Antes se contaban con una mano los jugadores que se encontraban en un buen momento. Ahora, por fin, da para hacer un once plagado de ellos. Y eso es mérito de Ramis.