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UD Almería

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Para eso llegaron

Que el Almería atraviesa uno de los momentos más críticos de su historia es un hecho. Este curso el equipo ha pasado más jornadas en puestos de descenso a Segunda B de lo que lo había hecho en la suma de todas las temporadas anteriores. Eso, sumado al lógico desencanto que siempre se produce tras un descenso, hace que los aficionados rojiblancos estén viviendo uno de los años más difíciles que se recuerdan.

Lo bueno que tiene el vivir una situación como esta es lo mucho que se valora cualquier detalle. Un buen pase, un gran robo de balón, un gol o una victoria son vitoreados de una forma exagerada que nos permite regresar a casa con la satisfacción de aquel que aprende a conformarse con poco. Como quien sale con el objetivo de pegarse una comilona en un gran restaurante y, al comprobar que no hay mesas libres, y totalmente hambriento, se contenta con comer en un establecimiento de comida rápida.

El domingo el Almería hizo que los 9.300 espectadores que acudieron al Mediterráneo regresaran contentos a sus hogares. Y lo hizo gracias al gran partido de muchas de sus individualidades, que lograron desequilibrar una balanza muy igualada ante un rival, el Bilbao Athletic, que con descaro, intentos de buen fútbol y ganas de demostrar su calidad hizo honor a todos los tópicos que circulan alrededor de un filial.

El Almería ganó gracias al despliegue físico de Lolo Reyes, a los malabarismos de Juan Ramírez, a la fantasía de Pozo, al oportunismo de Quique, a la fe de Chuli y a Uche. Este último así, a secas. El nigeriano agarró un balón dentro del área, paró el tiempo, dribló hacia su pierna menos buena y la cruzó. Nadie en la plantilla habría hecho algo así, en ese minuto crítico, salvo él. Las individualidades almerienses se impusieron a la juventud bilbaína. No está mal que de vez en cuando suceda algo así. Al fin y al cabo, para eso se les fichó.